El Espíritu de Dios y la voz del cielo confirmaron el llamado y la identidad de Jesús, Hijo, Mesías y Siervo del Señor.
Jesús
aparece por primera vez en el Evangelio de Marcos cuando Juan lo bautiza
en el río Jordán. El relato lo identifica con su ciudad natal, Nazaret, un
pueblo sin importancia, aunque su insignificancia juega un papel en la
historia. Él es “el Siervo del Señor” ungido por el Espíritu, pero no se
ajusta a las expectativas populares sobre el Mesías.